sábado, 6 de octubre de 2007

Basureros de indignidades

Hay quien sale por la noche a divertirse, a cenar en buena compañía, a tomar una copa por conocer un nuevo ambiente, incluso saltándose normas o recomendaciones. Pero los hay que se lo toman profesionalmente y van a pillar. Mas, lo que pillan, aparte de cortas o largas tajadas, son trozos de infidelidades, cachos de miserias que otros van dejando por donde ellos husmean sin protección nasal. Incluso saben cuando el famoso (o famosete) de turno les cita de largo, a voluntad interesada. Da igual, entran en el juego. Intentan meternos a todos en él. Usan de amistades, de favores. Se vanaglorian de conocer y de callar aquello que insinúan. Incluso inventan historias de hijas perdidas para ganar galones ante sus propios compañeros. Comentan en mal español, y a gritos, aquello que les parece la opinión más válida: la suya. Suponen a raíz de una noticia, afirman a partir de un suponer y enraízan la duda en quien está deseoso de conocer lo que no le incumbe. Son los cuervos de los divorcios, los enterradores de famas, los locutores de los entierros, los notarios del adulterio, los registradores de pecados, los jueces de la justicia, las hienas nocturnas del asfalto, los forenses de cantantes, los voceadores de la indignidad ajena, son los profesionales de la mentira que fotografían. Son los basureros de indignidades que suspiran por ir recogiendo y escogiendo los trapos sucios de los que critican por indignos. Quieran o no les huele el aliento a lo mismo que a los otros. Esos otros a los que despellejan. Con el tiempo y por andar entre vertederos y vertidos, han desarrollado el olfato, pero solo en un sentido. Allí donde huele a podrido, allí dirigen sus narices y nuestros ojos. No crean opinión, la destruyen. Dicen defender la verdad, el derecho a informar y lo hacen anteponiendo el supuesto a cualquier hecho que comentan, a cualquier sustantivo que usan contra el que atacan. Y lo hacen porque el supuesto sujeto se lo ha buscado al vender su intimidad. Y eso no es digno, no señor. Vender una exclusiva es indigno. ¿Y pagar por ella? No, pagar por ella no, porque ellos se deben a nosotros, velan por nuestro derecho a estar informados. Gracias a todos vosotros por no dejar que todo lo notorio que se pudre acabe olvidado en un muladar.

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