martes, 4 de marzo de 2008

El debate

Soy tan ingenuo que no entiendo que un pueblo que ha sufrido a lo largo de su existencia tantas bajas morales como físicas se haya convertido en un verdugo de mujeres y niños. Y en este caso, me alegro de no entender algo. Lejos de ideologías, de religiones, de economía (de las que también entiendo poco) y aplicando el sentido más escaso del hombre, llego a conclusiones que me acojonan. Quizá ellos también apliquen el que tienen, y que no siempre es acertado, por muy común que sea. De la misma forma que a mí el dictador y sus derivados me criaron para ser mano de obra barata, inculta y dócil, estos otros ven en un niño un futuro terrorista, y por extensión, ven en una mujer una fábrica de los mismos por venir, objetivos ambos susceptibles de ser eliminados. Por otro lado, entiendo a la perfección, por esa misma ingenuidad que no me quito ni queriendo, que el otro pueblo se líe a pedradas con fusiles de asalto de última generación, tratando de alejar, no las piedras que tiran, sino la situación a la que se ven sometidos. Pero éstos otros, se odian a sí mismos, porque se inmolan en medio de un mercado, sin tener en cuenta a las personas que les rodean. Unos sufren todavía el virus que entrara por Turquía durante el siglo XII y que se incubó en Roma, y al que por primera vez se denomina Urbanus Segundus. Este virus, curiosamente, no ha mutado, pero se ha trasladado de quienes se infectaron a quienes lo trajeron. Los que se han deshecho de él, sufren ahora de otro que, aunque diferente en su estructura molecular, provoca prácticamente los mismos síntomas en su portador. Me refiero al Imperialismus Occidentalis. Y luego estamos los terceros, los que vemos la función desde la grada, hasta que un 11-M acontece, y como yo, no lo entienden. La globalización ya se palpa en todo. Razones hay para entenderlo, pero no para llevarse por delante irreemplazables y vulgares personas. Las preguntas son muchas, pero hay una que suele venirme a la cabeza cuando veo documentales sobre la gestación de esta enfermedad. ¿Dónde están aquéllos que juntaron los dos virus? ¿Les ha pedido alguien explicaciones? La verdad es que la figura de Pilatos es una de las más reencarnadas de la historia. Ante este panorama, y aunque sé que lo cortés no quita lo valiente, me permitirán ustedes sentir que los debates televisivos a dos bandas, y nunca mejor dicho, sean vistos con interferencias. Lo siento, entre mi voto y la vida de un inocente, elijo preocuparme por lo segundo, porque como dice una amiga mía en la intimidad, no tengo el chichi para ruidos.

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