martes, 1 de abril de 2008

Otro crédulo

—¡Oye! ¿Tengo algo en la ezpalda? —me preguntó erre C.A.
—Sí.
—¡Ay! Pod fin.
—Tienes muchas cadenas, arriba, junto a la nuca —le aclaré.
—¿Y máz abaho no teno unaz potubedancias?
—Pues no, estás más liso que la mujer menos diez actual.
—¡Vaya pod Dios! Ya llevo veintités deztoz y na.

—¿Todavía no has tenido bastante con el fracaso del negocio de las afeitadoras para ranas?
—No.
—¿Y sigues creyendo que la publicidad hace milagros?
—Ahoda máz que nunca. Ezto zabe a dayos y m’he bebido cazi do dosenas. Se m’han cabao loz ahodos.

—Si quieres te hago un disfraz de angelito.
—Y yo a ti uno de payazo. Dehame qu’eztoy mu cabeado…
Le dejé tranquilo, y él siguió con sus quejas.
—Te da alaz, te da alaz… Lo que te da ez malaliento, no te hode.

Por más cuentos que le conté, por más nanas que le canté (a petición suya), y por más ovejas que contó, Erre C.A. no durmió en una semana.

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