lunes, 23 de junio de 2008

Lo prohibido u olvidado

—Sabes, Erre C.A., hay pocas cosas que me agraden más en lo cotidiano que encontrarme un billete en el bolsillo de un pantalón o cualquier papel o fotografía entre las páginas de un libro. Y con esto de la biblioteca, me estoy encontrando muchas cosas.
—A ved, me laz enzeñaz…
—No. Son mías. Mi tesssoooooro —imite a Gollum y me pegué los papeles al pecho.
—Goízta.
—Tú no perteneces a ese tiempo.
—Ni zólo te pedtenesen a ti. ¿O laz fotoz zon tuyaz?
—No, ninguna.
—Dime pod lo menoz que hay esquito en ezoz papelez.
—Apuntes de mi vida que no interesan a nadie.
—Poz cuando yo tena vida no la voy a compadtí contigo.
—A mí tu vida me la trae floja.
—Ya…

Ahora, que el rano no me oye, os diré que de la misma forma que yo había disfrutado al encontrar esos tesoros, quería que él también lo hiciera. Por eso no se los enseñé, simplemente los dejé pisados con un libro para que pudiera echarlos un vistazo al ausentarme yo. Estaba seguro que Erre C.A. lo iba a hacer. No sabe lo mismo la fruta prohibida (u olvidada) que la que está al alcance de la mano (o de la vista).

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