domingo, 31 de agosto de 2008

El curro y la dos

—¿Qué, ya se te ha bajado la inflamación?
—No eda ni ezo ziquieda. Fueron tuz zobinoz que se dehadon doz bolaz del huego de la petanca en mi mantita. Y yo, al levantadme y medio dodmido... poz tuve la iluzión de…
—Ya. ¿Y lo de no poder moverte?
—Del zuzto, m’imahino.
—Menos mal, porque andar por la vida con eso entre las piernas y colgando…
—Hay quien lo quee impezsimdible.
—Y hay quien no le da la menor importancia.
—Tiene que habé de todo. La biodivedzidá y todo ezo.
—¡Qué culto!: la biodiversidad…
—Ez que yo zólo veo loz documentalez de la doz y Dedez, del zeñó Punshé.
—Como todo el mundo que se precia. No ves la cara de sueño que llevamos todos los lunes al curro.
—Yo no cudo.
—Era una indirecta.
—Poz ni la he entendido, ni la pienzo entendé. ¿Y tú, a qué hoda entaz a tabahá?
—Sabes perfectamente que lo que yo hago, lo hago en casa.
—¿De quién? Podque yo aquí no veo que hagaz musho.
—¿Te acuerdas de las hostias y el pan frito?
—¡Anda, anda, Mendugo! Ponte a la tuyo que tenez musha tadea pod delante. Yo, zi acazo, te doy animoz, ¿vale?


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