domingo, 24 de agosto de 2008

Estoy mayor, lo reconozco

¿No te pinchas cuando te clavas eso en el cuello?
—Zoy de tapo, decuedda.
—Perdona, pero entenderás que me cueste asumirlo.
—¿Qué tenez c’azumí?
—Que seas un muñeco y te trate como a una persona.
—Ezo ez lo que tú disez.
—¿El qué, que seas un muñeco?
—No, lo oto, que me tataz como una pedzona.
—¡Vaya que no!
—¿Tú tataz a toda la hente como a mí mizmo?
—Más o menos.
—¿Y te vuelven a hablá?
—No toda, graciosín.
—Poz yo queo que me pinshaz máz que eztoz alfidedez de tu shica. Toma, pueba tú, a ved zi tenemoz zuedte.
—Y me desangro, ¿no?
—Yo, podque eztéz máz asicalado, zoy capá de cualquied coza.
—Hasta de matarme, ¿no?
—No, hombe, no. ¿Cómo iba yo a ezpudgad miz pecadoz zin ti?
—Si eso es lo que quieres, te puedo conseguir un cilicio.
—¿Un silisio? ¿Y ezo que ez lo que ez?
—Una correa con pinchos por dentro para abrocharla alrededor del muslo, por ejemplo.
—Tú eztáz tonto, Mendugo. M’acabaz de peguntá que zi no me pinsho con el alfiled y ahoda me zalez con éztaz. Tú eztáz mayó, pedo que muy mayó, tío.

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