domingo, 5 de octubre de 2008

El que hereda no roba

—Cuando hasez algo edez iguá que tu pade.
—¿Y tú cómo sabes como era mi padre?
—Podque ze lo he oído desí a tu shica, lizto.
—No, colega, no. Lo que tú le has escuchado es el comentario. Si lo copias, dilo bien.
—Miz colladez me lo impiden, ya lo zabez.
—No digo que pronuncies bien, sino que lo repitas tal y como ella lo dice.
—¿Y cómo ez, zi puede zabedze?
—Cuando haces algo que no te gusta —recalqué el “no te gusta”.
—Ezo ez pesizamente lo que ez de mi cozesha. A ti te da iguá que te guzte o no, ziempe te cabeaz como tu pade cuando hasía algo que no le guztaba. ¿Ahoda lo he disho bien?
—Sabes lo que te digo, que el que hereda no roba.
—Poz tú t’haz hadtado de guitá que eztáz en conta de la hedensia…
—No de la genética, esa es infalible.
—Poz ya vez cómo z’ha quivocao conmigo. Cualquieda didía que zoy hiho de un león y una camella. Ni melena, ni hodoba, ni pataz ladgaz, ni gadaz, …
—Vale, vuelvo a corregir. Me refiero a la forma de ser, que la heredamos.
—¡Ah, ezo sí! Podque loz doz andaban ziempe con hambe y con el poblema de quitadzela.
—Problema que, en tu caso, tú me has trasladado a mí.
—¿Y cómo eda tu pade? Cóntame cozaz, anda.
—Sabes más que los ratones colorados.
—De tu pade zé poquito, pod ezo quiedo que me cuentez.
—Ya...
—¡Anda! Y azí ze te quita la mala leshe. Zi uno ze padese a zuz padez hay que llevadlo a honda.
—Depende.
—Clado, de cómo zea el hiho, ¿no?

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