martes, 28 de octubre de 2008

Erre C.A mentiroso (y 2)

—Todo lo apañas. ¡Qué tío! ¿Dónde están los dos sándwiches que había metido en la nevera?
—Yo queí qu’edan zobaz y como no te guzta tidá comida…
—Y te los has zampado, ¿no?
—Abé.
—Pues que sepas que lo que quiero tirar lo meto en la basura, no en el frigorífico. Y que no necesito que te comas nada porque a mí me guste a o be, o por no verme zufí, como tú dirías. ¿Lo entiendes?
—Pedfestamente.
—Bien. Y ahora vamos con lo del burro.
—¿Qué budo?
—Platero y yo.
—Mida, un buen título pada un libo.
—¿Pero tú te crees que me he caído de un guindo?
Erre C.A. me miró de arriba a bajo, volvió a subir la mirada y expresó su opinión, que nada tenía que ver con mi pregunta.
—Zi t'az caído, ni ze te nota. Ni edidaz, ni contuzionez, ni ziquieda t’az manshado.
Si el rano hubiera tenido orejas, le hubiera agarrado de una.
—Mira, mono....
—Dano —me interrumpió y me corrigió levantando un dedo.
—¡Cállate! Mira mono, al menos ten la decencia de reconocer que lo que escribiste es copia exacta de lo que escribió Juan Ramón Jiménez.
—Oto invitado. ¿Tambén ez un budo?
—No, y creo que en este asunto, el único burro y sordo eres tú.
—Inzizto, yo zoy una dana.
—Que se hace el longuis.
—Yo no pactico ningún depodte de diezgo.
—Ni de riesgo, ni estático. ¿No sabes lo que es hacerse el longuis?
—Asedze laz ínglez zí zé lo qu'ez, pedo el longuiz no. Yo al menoz no teno longuiz.
—Pues es hacer exactamente lo que tú estas haciendo desde que hemos empezado esta conversación.
—Acabádamoz, asedze el longuiz ez shadlá.
—No. Hacerse el longuis es hacer como que no sabes de qué va la cosa.
—Pod yo a ezo lo llamo asé política de padtido.
—Mira, en algo estamos de acuerdo. Pero ya sabes que no quiero hablar de ese tema.
—Yo tampoco.
—Pues punto.
—Ezo, punto y final. Ze acabó, ze fini. No z'able máz. Sanhao. ¿Qué ay pada la sena?
—De todo.
—Z’ecsplique el zeñó.
—Me explico: platos, cubiertos, vasos, servilletas…
—¿Pedo de comé?
—También hay variedad —bajé la voz como si quisiera que alguien no me escuchara—. Pero lo atesora el frigorífico y la despensa.
—¿Qué paza contigo, Mendugo? —me gritó Erre C.A.—. ¿No quedez entendedme o qué?
—Para que dos se entiendan, ambos deben estar dispuestos a ello.
—Vale. Deconosco lo de Platedo y tú. Pedo podfa, áseme la senita que teno musha guza.
—¿Entonces puedo llamarte mentiroso?
—Zí. Y lo quiedaz zi asez pisa —me eché a reír—. ¿Y de qué te díez aoda?
—De Sena, de Pisa… Nada, tonterías mías…
—Zí. Tontedíaz zi te ponez con la …—Erre C.A. hizo un esfuerzo por pronunciar bien la palabra cena, pero lo que consiguió fue que se le saliera de la boca un trozo de colgante, y acabó atragantado. Cuando volvió en sí me advirtió—. Y no te díaz, que no eztá el odno pada bolloz.
—Ni para pizzas —le contesté yo. Él puso mala cara mientras yo jugaba, y le aclaré para su tranquilidad—. Porque voy a hacer ropa vieja para cenar.
—Pada mí elihe algo d’algodón…, una toalla pod ehempo, ez máz blandita que la zeda.
—Sabrás tú lo que es ropa vieja.
—Zí, la que tú llevaz. Pedo no te diztaigaz, cohe ota y ponte con la sena.



Bajada de elseisdoble.blogia.com

No hay comentarios: