martes, 22 de noviembre de 2011

Un malentendido o una trastada

—Ya sabía yo que no tenía que darte un juego de llaves —me lamenté.
Erre C.A., las bolsas de la compra y yo nos habíamos quedado en la escalera de casa. Él sentado en un peldaño de las escaleras, las bolsas en el descansillo y yo de pie y cabreado.

—A ved. Cuando te haz ido m’he zentido zolatedaz. He cohido y he sedado con llave. Y laz he dehado pueztaz pada que cuando llamadaz no hasedte ezpedá. Cuando me haz avizado pada que t’ayudada a meté la compa, he zalido m’he zentado aquí mizmo y la codiente ha hesho el rezto. Y todo podque zi no, disez que no me gano el zuztento —se explicó un lastimero Erre C.A. sin que le preguntara.
—No, si ahora voy a tener yo la culpa de que estén las llaves puestas por dentro y no podamos abrir… Menos mal que no he comprado congelados... Pero bueno. Me senté yo también en un escalón a la espera de que se pasara el cabreo.
—¿Pedo no tene Consha unaz llavez de caza pada eztoz cazoz?
—Concha está en Palma de Mallorca. Y aunque tengamos llaves —columpié mi llavero en mi dedo índice, no podemos abrir. Entérate.
—Poz llámala y que ze taiga un pad d’enzaimadaz.
Tú a lo tuyo, ¿no? ¡Egoísta! —le miré con los ojos inyectados en censura.
—Tampoco te pongaz azí —salió al quite— . Ede Se A lo desía pa que te metiedaz con él y pasad el dato. Pedo zi me midaz azí, mehod me callo.
—Ya me extraña. Y no me cuentes cuentos. Que sólo faltaba que le diera yo la lata a Concha con las ensaimadas
—Puez vedaz como hoy no te doy yo la lata a ti.
—No, porque cuando logremos entrar en casa, si te dejo pasar, te voy a meter en la cisterna del váter.
—No, podfa, que tu shica ha eshado unaz paztillaz limpiadodaz que dan picodez.
—¿Y tú cómo lo sabes, es que bebes de ahí, guarro?
—No, pedo me lavo laz manoz. Con mi altuda ez el mehod zitio.
—Guarro es poco. ¿No tienes el bidé?
—Ez que hay que abí el guifo.
—Y, claro, es mucho trabajo… Eres un verdadero marrano.
—Yo no zoy un dano de mad.
—Un mar-rano no es un rano de mar. Es una persona guarra en extremo. Y hablamos español, no inglés… Que lo juntan todo para formar derivados…
—Mida quién fue a hablá, el que me da dezcanzo pada publicá ezaz palabaz con vocasión impopia que no zon máz que tontedíaz.
—Estás en todo, ¿eh? —le contesté pasando de su crítica.
—Zí. Ez la única maneda de sobevivid.
—Bueno, lo que se dice en todo, no. Lo has de reconocer —y dejé las inútiles llaves colgando de mi dedo otra vez—. Bueno, tendré que ir a casa de Manolo a llamar por teléfono a un cerrajero. A ver lo que nos cobra —me incorporé y llamé al ascensor. Y tú quédate aquí con las bolsa y ni te muevas.
—Y pod qué no llamaz al timbe en ves de al sedahedo?
—¡Tú eres tonto! ¿Y quién va a abrir?
—Pod tu shica que eztá coziendo a máquina en la tedasa. Zalvo que no lo oiga.
—¿Pero no has dicho que estabas solo, tontolhaba?
—No, Ede Se A no ha disho ezo. Ha disho que ze zentía zolo podque ella no eztaba con él ni l’hasía cazo con ezo del cozé. Y ademáz tú haz hablado de abid, no d'entad.
—A ti sí que te voy a cocer yo a fuego lento. Abrir o entrar, abrir o entrar...

Llamamos al timbre, mi chica nos abrió y yo, al ver solucionada la papeleta, y que no me iban a tocar el bolsillo, me olvidé de cocer ranos y de la cisterna. Erre C.A. estuvo el resto del día en su plúteo y quietecito. Sólo se movió para almorzar, comer, merendar, cenar y tomarse un vaso de leche con galletas antes de irse a la cama. Al final no fue un mal día.









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