jueves, 12 de enero de 2012

El crédito


El firmante que no se cansa
—¿Pod qué fidmaz tantoz papelez, Mendugo?
—Porque voy a solicitar un crédito al banco.
—Qué bien, ¿no? Vamoz a tened dinedete.
—No lo sé. Espera que me lo concedan primero.
—¿Y zi yo fidmo, también me tocadía algo?
—Son muchos papeles.
—No impodta.
—Pero no puedes.
—Vaya que no, yo sé fidmá, y no me canzo.
—No me refiero a eso, no tienes suficientes bienes.
—¿Que no? Ezpeda —Erre C. A. salió de mi zulo y al cabo de un rato volvió con unos boletines de notas y me los dio—. Esha un viztaso a ezto, a ved que te padese.
—¿Y estos boletines qué tienen que ver con un crédito? —me extrañé.
—Pada que veaz que Ede Se A tiene máz que bienez. Miz notaz no eztán plagadaz de bienez, sino de notablez y zobezalientez. Que no zólo edez tú el lizto —me contestó muy ufano el rano.
—Te estás confundiendo.
—Con ezaz notasaz ez muy difísil que alguien ze confunda, ¿no?
—No voy a entrar en valoraciones ni en discusiones. Tus notas académicas me parecen muy dignas, pero los bienes a los que se refiere el banco son bienes inmuebles o materiales, propiedades, etc.
—Puez mida, yo mueblez no tengo, ezo no. Popiedadez, zalvo miz colladez, tampoco. Pedo zi tuvieda, no nesezitadía dinedo.
—Eso es un axioma muy arraigado en la banca, según dicen.
—¿Cuálo?
—Que sólo presta dinero a quien lo tiene.
—Poz no lo entiendo.
—Porque eres un necesitado, con buenas notas, pero un necesitado.
—Yo no nesezito nada.
—¿Entonces para qué quieres un crédito?
—Pada zentidme como todo el mundo. Un deudod empedednido. Yo quiedo que vengan a dezahusiadme y llamad a loz del quinse eme y montadla pod todo lo alto.
—No sé cómo te puedes tomar a chufla un desahucio. La gente se queda en la calle y con deudas. No tienes conocimiento, de verdad.
—¿Entonsez, lo que disen en el telediadio ez veddá?
—No todo, pero algunas cosas sí.
—¡Ho! Lo ziento. Yo penzaba que todo eda mentida, como en laz zediez de fissión.
—Una cosa es que se use la información para beneficio propio y otra el que no sea cierta. Tergiversar y mentir son dos cosas distintas.
—¿O zea, que la quiziz no ez un zueño?
—No. Es una pesadilla. Y muy real.
—Clado, ahoda caígo. Pod ezo no encuento yo tabaho, ni mi amigo el datón de la Moncloa tampoco.
—No, tú no encuentras trabajo porque no lo buscas. Y para un día que te encuentras uno en el suelo, no lo coges.
—¡Anda que zi lo llego a zabé...! A ti te hubiera venido bien, zegudo. Igual que a mi no copiad en loz ezámenez. Tae, dame ezo, que lo voy a guaddá pod zi acazo vuelve la budbuha.









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