Alcachofas

—¿A qué güele? —preguntó Erre C. A., torciendo el morro.

—Estoy cociendo alcachofas.

—¿Pada qué?

—Porque es el primer plato de la comida de hoy.

—¿Pada quién?

—Para el Séptimo de Caballería.

—No zabía yo que tuviédamoz invitadoz hoy.

—Y no los tenemos. ¿Para quién hago yo la comida, tontolhaba?

—Poz podíaz peguntá.

 —Si quieres hago todos los días una encuesta al levantarme.

—Ezo zedía lo democático.

—Si por ti fuera comíamos todos los días fabada con triple ración de compango. Por lo tanto esto se convertiría en una dictadura asturrianil.

—Mehó que una hedontocasia vedduleda...

—Había oído lo de república bananera, pero lo de gerontocracia verdulera es nuevo. ¿Pero me estás llamando viejo?

—Y vedduledo. Pero el que ze pica...

—¡Ay, juventud! ¡Divino tesoro! Diría Rubén Dario.

—¿Cuánto queez que me dadían pod mi tezodo?

—Yo no daba un duro, tu juventud es un desecho. ¿A quién se le ocurre vender la juventud?

—A uno que no puede elehí pimed plato.

—¡Vaya un problema! Renunciar a la juventud por un plato de alcachofas; eso sí que es un problema.

—Otoz han denunciado a un deino pod uno de lentehaz. Y, mida, z’han hesho famozoz. Ezaú, zegudo que m'entiende.

—Tú no sabes lo que dices, muchacho.

—Ni tú lo que cosinaz.

—Pues si te digo lo que hay de segundo...

—No, mehó no. Ya ez zufisiente duda la vida pada Ede Se A con la pedpestiva de laz alcashofaz. Pedo zegudo qu’ez pezcao. Vaya manía con comed zano. Como zi laz hudiaz no fuedan zanaz. Te voy a denunsiá al Tibunal de la Haya.

—¿Por un plato de alcachofas?

—No, pod tu manía a laz hudiaz; mashizta y xenófobo de miedda. 

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