jueves, 8 de marzo de 2012

Recortables


El de loz decoztablez

—Me estás llenando el zulo de papelitos. Menos mal que te he puesto esa sábana.
—Ez que eztoy hugando a loz decodtablez.
—¿Tú también te estás subiendo al carro de los recortes? —pregunté con ironía al rano.
—Zí —contestó él sin hacer caso de la broma—. El gobiedno me dio la idea. Ede Se A ya no ze acoddaba d’elloz.
—No sería mala idea enviarles unos cuantos blocs para tener distraídos a los ministros y que recorten papel en vez de otras cosas —me quejé.
—Inténtalo —me animó Erre C. A.
—No, mejor no.
—¿Pod qué? —preguntó el rano distraído con las tijeras.
—Porque pasaría lo mismo que en esta casa.
—¿Y es?
—Y es que le tocaría limpiar y recoger al que menos culpa tiene de jugar a recortar.
—O zea, tú.
—Seguro.
—Zeguro —repitió Erre C. A. sin dejar de recortar y con mucha suficiencia.
—Que lo dé yo por hecho que me toca sufrir tus recortes vale, pero que tengas tú el morro de reconocerlo en voz alta...
—A cada uno zu papel.
—Y a mí , como a muchos, me toca lo que otro desparrama, ¿no?
—No te quehez, el papel moneda lo decohen otoz, azí que oz quitan un poco de tabaho.
—Pues ese es precisamente el único papel que nos gustaría recoger.
—Ya, pedo padese que no hay pada todoz. Codtan tan bien loz billetez que no zoba nada.
—Sí, no como a ti, que desperdicias más que aprovechas.
—Ede Se A no eztadía tan zegudo.
—¿Cómo que no? Mira, los gobiernos aprueban que el BCE preste mucho dinero a los bancos a un interés muy bajo, el uno porciento, con el fin de que éstos tengan para darnos créditos y que la economía se recupere. Luego la banca privada, en vez de concedernos esos créditos, compra deuda de los gobiernos a un interés del cuatro o cinco porciento. Lo que les proporciona un beneficio redondo y sin riesgo. Eso, para mí, es desaprovechar los recursos y mal distribuirlos.
—Pedo pada elloz ez optimisadloz.
—Entonces, ¿para qué nos sirve la banca privada?, ¿para pagar los recibos de la luz? ¿No sería mejor que el BCE se lo prestara directamente a quien de verdad lo necesita para vivir y seguir con su empresa?
—Tienez dasón, Mendugo —exclamó Erre C. A. parando su labor con las tijeras—.  Tienez toda la dasón.
—Pues claro que la tengo —dije un tanto airado y lleno de lo que él me otorgaba.
—Oye, a popózito. ¿Tú podíaz peztadme sincuenta eudoz?
—No, que el último préstamo lo tienes pendiente todavía.
—Que yo zepa, a mí no me cuelga nada. Pedo ahoda lo entiendo.
—¿El qué?
—Lo de loz bancoz. Todoz zoiz igualez. Pod el intedéz te quiedo Andéz.









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