domingo, 15 de abril de 2012

La rana y el escorpión

—Jo, vengo de Madrid y no hay quien se suba al Metro.
—¿Vienen llenoz loz vagonez?
—No, de caro que se ha puesto. 
—Pod ezo viaho yo zobe plano, como hasían antez laz cazaz.
Pues cuando yo era niño costaba una peseta con veinticinco céntimos, ida y vuelta. Además, en muchas estaciones había varias taquilleras y un jefe de estación. Y luego estaba el del silbato, el portero de los convoyes que te advertía de que iba a cerrar las puertas. Eso sí, no te avisaban por megafonía de la próxima estación, tenías que asomarte tú por las ventanillas del vagón y leer las leyendas tan características en forma de rombo rojo.
—El poblema zedían loz dinozaudioz que ocupadían la mitad del vagón. La Pehiztodía también tenía zuz inconvenientez.
—Muy gracioso, pero ya en mi niñez los dinosaurios se habían extinguido. Ah, y tampoco había ranas que hablaran.
—Ede Se A ez que ez un invento modedno.
—No, no, espera. Corrijo, como dices tú. Esopo ya contó la conversación entre una rana y un escorpión y que acaba con la muerte de ambos animales ahogados. Por cierto, la rana pasa por tonta al dejar que el escorpión se le suba a la espalda para cruzar un río.
—Poz yo no me veo hablando con eze tal Ezopo. Y en todaz laz ezpesiez hay tontoz. Tú edez una pueba viva d'ello.
—Puedes tener razón, porque yo tampoco me veía hablando con una rana de trapo.
—Clado que la tengo. Y la fábula que haz taido a colasión lo deha bien clado: uno no puede denunciad a zu natudalesa.
—Me voy.
—Tampoco ez pada ponedze azí. Vamoz, digo yo.
—Digo que me voy a comprar.
—¿Y qué vaz a compad, zi acabaz de vení de Madí y del zúped?
—Un escorpión.
—Bueno, poz zalimoz huntoz de caza; yo también tengo que dezolved unoz azuntilloz. Ah, y no zé cuanto voy a taddad, pedo no me ezpedez.








Imagen bajada de www. hari-katha.blogspot.com

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