jueves, 26 de abril de 2012

Llamadas telefónicas


El ombligo del mundo
—¿Pod qué zuena tantaz vesez el teléfono en ezta caza?
—Porque nos llaman.
—¿Y pod qué llaman tantoz?
—Tantos no, tanto.
—¿Ziempe ez la mizma pedzona?
—No pero casi siempre es por lo mismo.
—Pada moleztad a Ede Se A, zegudo.
—Pues no, señor ombligo del mundo.
—Me didaz.
—Los fijos porque creen que tenemos alguna vieja deuda para los que trabajan, como los pesados del Banco Santander. Y los ocasionales y frecuentes para que tengamos con ellos una nueva.
—¿Y ezo no se puede denunciad?
—Supongo que sí.
—Poz entédate y astúa, tío, que moleztan máz que una zegadoda dudante la ziezta.
—A quien le molesta es a ti.
—¿No me digaz que a ti no?
—Yo descuelgo el teléfono durante la siesta. Y cuando no reconozco el número o le reconozco y no me interesa descuelgo y cuelgo sin contestar. Ya se cansarán.
—Pod el noventa podsiento d’ezaz llamadaz laz hasen loz oddenadodez.
—Pues ya se cansará el ordenador.
—Padesez batudo.
—De al lado.
—Pita, pita, que como no te apadtez tú... Sólo te falta el cashirulo.
—¿Me estás llamando cabezón?
—Y con dasón. Podque vamoz, ezpedad que un oddenadó ze canze...
—Somos tantos los que componemos el grupo de presuntos deudores que llegará un momento que se sature el sistema. Yo oigo quejarse de lo mismo a todo el mundo.
—Ez que tienen unaz hoditaz pada llamad...
Y sonó el teléfono, claro.
—¿Deconosez el númedo?
—Sí, son los del Santander.  Pero esta vez lo voy a coger.
Y se produjo la siguiente conversación:
          Yo: Dígame.
          BS: Buenos días, le llamo una vez más por el asunto de la deuda de su hijo.
          Yo: ¿Y?
          BS: Que los veinte euros que nos debe van a seguir creciendo si no la cancela.
          Yo: Mire, no es la primera vez que me llaman y una compañera suya, hace tiempo, ya me dijo que el tema estaba solucionado. Esa cuenta se la obligaron a abrir a mi hijo para no sé qué de la universidad, y jamás ha tenido un movimiento. Pero, mire, mi hijo ya no vive conmigo.
          BS: Pues, si hace el favor, me da su número de teléfono.
          BS: Sí, pero es que ahora mismo no lo tengo. Hacemos una cosa, usted me da su número particular, donde pueda localizarlo por las noches, lo verifico mil o dos mil veces, luego le pido a mi hijo el número que le interesa a usted y le llamo para dárselo. 
          BS: Qué gracioso, pero va a ser que no.
          Yo: Mire, aquí en esta casa, consideramos que el gracioso y el revienta siestas es usted. Pero si lo prefiere me da usted el teléfono particular del señor Botín y me pongo en contacto con él, también cuando llegue del trabajo a casa, claro.
           BS: Pi, pi, pi, pi, pi,pi...

—¿Qué ha conteztado?
—Mira, decías tu que no, pero el ordenador se ha cansado y ha colgado.
—A lo mehod la palaba clave ez botín.
—Eso me recuerda una portada de La Codorniz.
—¿Cuála?
—Pues era gráfica, lógicamente. Y representaba una regla de tres, un juego de equivalencias o algo parecido.
—¿Pedo cómo eda?
—A ver si me acuerdo. Después de que secuestrara la censura un número la portada con la que volvieron a aparecer era algo así como:
          De botín – botón.
          De colín – colón.
          De cojín – ***.
          Nos importa un *** que secuestren la edición.
—¡Qué mahoz!
—El humor es la sal de la vida
—Y ez gatiz.









Imagen bajada de www. cipe.uclm.es

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