domingo, 29 de julio de 2012

Sigue la tirantez

—¿Cómo eztá hoy el empedadod? —me saludó Erre C. A. con retintín.
—Pregúntaselo a él.
—Ya no hase falta —contestó con toda la razón.
—Pero buenos días —quise suavizar el encuentro matinal.
—Ayed y anteayed también podían habed zido buenoz —siguió mordaz el rano.
—¿Y no lo fueron?
—No zé que desidte. Máz bien fuedon zilensiozoz.
—También se puede gritar por la Red, como haces tú ahora fui yo el irónico.
—Pod Intedné guitamoz y noz quehamoz mushoz, ¿no?
—Es de lo que se trata, pero cada uno desde su sitio —puntualicé.
—Hay quien lleva aguantándoze máz de medio ziglo y todavía no zabe dónde eztá.
—Y otros que no se mueven de él aunque les pase por encima un tornado.
—¿Me quiedez desid algo en conqueto, Mengudo?
—Sí.
—Poz zuéltalo.
—Que me dejes tranquilo. Lo que menos me apetece ahora mismo es discutir contigo.
—Uno no dizcute zi doz ze quieden.
—Eso no es del todo cierto, salvo que cambies el verbo querer por el de convivir.
—La convivensia ez lo mehod que tenemoz.
—Y lo peor.
—Ya eztáz con tuz ambivalensiaz, ni que fuedaz valensiano de made y pade. Y ezo que no quiedez dizcutid.
—¿Y tú? —le eché en cara.
—Zi yo quizieda dizcutid te había peguntado ya qué hay de comed.
—Pues a eso no te voy a contestar.
—Ya lo oleré —dijo muy ufano Erre C. A., lo que me hizo levantarme, ir al tendedero y volver armado con una pinza de la ropa. Luego cogí cinta adhesiva de embalar —. ¡OYE, ZUÉLTAME LAZ MANOZ, LA PINSA ME APETA MUSHO LA NADÍS Y NO PUEDO DEZPIDAD BIEN!
—Si estuvieras mojado podrías respirar por la piel como tus congéneres.
—Yo no zoy una dana al uzo, zoy de tapo.
—Y yo no soy de piedra.
—Poz lo padese.
—Y si no tuvieras la boca llena de quincalla podrías respirar por ella.
—Cada uno tiene en la boca lo que quiede.
—O lo que consigue. Que es tu caso. Y no me refiero a tus collares.
—Yo no conzigo la comida, me la dan. No conosco a ningún animal, zalvo al hombe, que tenga que empleadze pod un zueldo pada conseguid la comida. Eza no ez una ley natudal. Casad o libad o paztad zí.
—Me callo.
—Ez lo mehod que puedez hased, pedo zuéltame d’una ves o quítame la pinsa de la nadís —se la quité porque su color iba tornándose azulado—. Gasiaz. Y ahoda póntela tú.
—¡Qué listo! ¿Por qué?
—Podque con el ezfuedso ze m’ha ezcapao un tufo.
—Guarro.
—Todtudadod. 

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