jueves, 16 de agosto de 2012

El pago



Cuando se levantó el miércoles Erre C. A. ya le estaba esperando yo con la aspiradora, cuyo tubo blandia a modo de péndulo.
—¡Qué detalle, Mendugo! Haz dezpetao mi dezcanzo. Pedo ya puedez empesad pod el zalón, clado, que yo voy a dezayunadme en la cosina.
—Que te lo crees tú.
—Yo no me zalto ningún dezayuno, y me guzta hasedlo en la cosina.
—No, si no me refiero a que no desayunes ni al sitio, sino a quien va a empezar y a acabar de pasar la aspiradora.
—Ya zabez que Ede Se A paza de la alineación doméztica.
—Pero no de una apuesta perdida.
—¿Y quién ha peddido una apuezta?
—Tú.
—¿Yo? ¿Cuála?
—La de anoche. Hoy es fiesta nacional.
—No hodobez.
—No, no jorobo. Ni tú tampoco. Así que cuando te metas la caja de galletas y los dos vasos de leche ya puedes empezar por donde quieras.
—Y cuando quieda.
—No, tú solamente eliges por donde. El cuando es inmediatamente después de desayunar.
—¿La pimeda o la zegunda ves?
—Entre la primera y la segunda. Si no limpias no haces el segundo desayuno. Y la cosa no acabaría ahí.
—Aunque esto esté disimulado baho una apuezta, no deha de zed una distaduda.
—Sí, tienes razón, aquí hay duda: no queda claro quien es el dictador.
—Zedá pada ti, podque pada mí zomoz ezclavoz de tuz nesezidadez.
—¿De las mías? Anda, aligera.
—Pedo yo no uzo eza azpidadoda, yo coho la shiquitita.
—Vas a tardar más.
—Pedo puedo con ella. La gande zegudo que no la muevo.
—Tiene ruedas.
—Y laz locomotodaz también, no te faztidiaz.








Imagan bajada de  www. colorea-dibujos.com

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