miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pérdida

—¿Dónd’eztá mi cadta a loz Deyez?
—No lo sé, yo no la he cogido —mentí.
—¿Zegudo?
—Seguro —mentí por segunda vez. Y no sería la última.
—Pod yo la puze donde me dihizte, y no eztá en la puedta del figodífico.
—Lo mismo ha llegado un paje real y se la ha llevado.
—¿Tú lo haz vizto?
—Ezte año no.
—Poz entonsez...
—¿Y qué les pedías?
—De todo un poco.
—Acaparador.
—Pedo nada pada Ede Se A.
—No me lo creo.
—Poz no te lo queaz. A vez zi z’ha caído pod ahí detáz.

—No.
—Eztáz tú mu zegudo.
—Porque acabo de limpiar ese rincón.
—¡Quién lo didía!
—Anoche vino Papá Noel. A lo mejor...
—No zedía a ezta caza. Ademáz Zanta y loz Magoz zon competensia diresta. No ze vizitan.
—Yo diría más bien que se complementan, ¿no?
—Y yo que ez un ezcalón máz pada el conzumo y una moda impodtada.
—¿Qué más da que se repartan el trabajo? Con los tiempos que corren lo mismo hacen un ERE en oriente.
—Loz tiempoz, y en padticulad uno, siempe coden.
—¿Tienes que poner la guinda a todo?
—Zí. Y d’ezta caza no zale nadie hazta que apadesca mi cadta.
—Pues yo he quedado a las once.
—Entonsez, tienez doz hodaz pada encontadla.
—¡Eh, que yo no la he perdido!
—Ezta ez tu caza, y tú edez dezponzable de todo lo que hay.
—¿De ti también?
—A ved.
—Pues renuncio.
—No hazta que apadesca. Luego tomadé yo el mando.
—¿Un golpe de estado?
—Pod lo menoz yo zoy Fanco.
—Entonces, si es así la cosa, más vale que no aparezca la cartita de marras.
—De madaz no, d’Ede Se A. ¡Made mía, y ahoda pada acoddadme de to lo que lez he pedido... ¡ Zólo m’acueddo d’una coza.
—¿Cuál?
—No te lo pienzo desid podque eda pada ti.
—¿Has pedido un regalo para mí?
—Doz.
—Entonces, venga, a buscarla.
—Pod el intedéz te quiedo Andez.
—Tú mira en el salón, y yo en la papelera.
 Erre C. A. no se fue muy convencido al salón, pero se fue después de echarme una de esas miradas que matan. Imagino que por la mención a la papelera. Aproveché su ausencia para ir a nuestro zulo y coger su carta del escáner, donde se me había olvidado. Luego volví a la cocina y grité:
—¡YA LA HE ENCONTRADO! VEN.
—¿Dónd’eztaba?
—Dentro del frigorífico —eché la enésima mentira.
—Bueno, mehod, podque tenía podustoz pedesededoz. Tae, que la voy a clavad.
—De eso nada, usa un imán como todo el mundo.
—Poz zácame una copia, no vaya a sed que ze piedda ota ves.
—No se había perdido, estaba guardada.
—O me zacaz una copia o la clavo.
—Vale, vale. Te saco una copia. ¡Vaya humos!
—Pedo no la leaz.
—No se me ocurriría.
—Ya, y loz páhadoz maman.





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