domingo, 6 de enero de 2013

El rey de la casa


—¿Qué haces con esa corona puesta?
—Deinad.
—Si no tienes cabeza ni para llevarla.
—Pada deinad no hase falta tened cabesa, no t’has fihao.
—No, no leo los periódicos. ¿Y dónde reinas?
—Ede Se A ez el dey de la caza.
—¿El rey de la caza...? Tú cazas poco.
—¡Qué gasioso! Clado pada cazedo ya eztáz tú, ¿no?
—Y no se es rey por ponerse una corona.
—Hay quien la ha dobado.
—¿Y de dónde la has sacado?
—Del dozcón
—¿Qué roscón?
—El que me he dezayunado.
—¿Había roscón?
—Zí, pedo como t’haz levantao tadde, te he dejado el aguhedo y la zodpeza. Y el que la encuentra paga el dozcón, ya lo zabez.
—¿Te has comido tú solo el roscón?
—Prasticamente. Ez que enseguida ze pone dudo.
—No das ni media oportunidad.
—Zi quiedez zed dey ya zabez...
—No te puedes dormir.
—Efestivamente. Y zi lo hasez que zea con un oho abiedto. A na que te dezpiztaz hay oz...
—¡Eeeeeeh! Esa boca.
—Hay todtaz pod deinad. Y zi no, esha un viztazo a la hiztodia d’Ezpaña.
—En todos los lados cuecen habas.
—Ezpedo que en ezta caza no.
—Aunque no pienso entrar en guerra por una corona de cartón.
—No, zi yo lo desía podque no me guztan laz habaz.







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